No hace tanto tiempo que la supervivencia en los Fiordos Noruegos era una auténtica odisea. De hecho, para los que allí residían, perder una res o cualquier otro animal debido a una caída por un precipicio era sinónimo de largas penurias durante el invierno. Sin embargo, debido al turismo y al hallazgo de bolsas de petróleo bajo ellos, hoy en día es uno de los rincones más ricos del mundo. Lo que no quiere decir que no sea también uno de los parajes naturales más salvajes de la Tierra y, obviamente, el destino perfecto para un amante de las vacaciones en la naturaleza.
No hay dos fiordos iguales
Esta tierra escarpada, en la cual los vikingos desarrollaron todo su imperio, es realmente variopinto y espectacular. Sus empinadísimas laderas se levantan sobre brazos de agua formando un paisaje tan inhóspito como increíble a la vista. Todo ello aderezado por nieve en invierno y por una densa vegetación en verano.
Hay varios fiordos que han logrado alcanzar especiales cotas de fama. Este es el caso de Geiranger, que es considerado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y que está repleto de cascadas. Las panorámicas que ofrece son únicas. Lo mismo sucede con Naeroy, cuyas aguas color esmeralda forman un espectáculo visual digno de ser observado. En él hay multitud de cabañas que se pueden alquilar para pasar unos días de descanso y relax mientras se disfruta de la naturaleza.
El tren panorámico de Flamsbana
Una de las atracciones más populares de los Fiordos Noruegos. Permite recorrer gran parte de la región y disfrutar de paisajes tan emblemáticos como los ofrecidos por Fiaerlandsfjorden o Aurlandsfjorden. Una experiencia alucinante que te dejará sin palabras desde el primer momento.