La noche de San Antón es una de las fiestas propias más señeras y particulares de las celebraciones jiennenses, y Fiesta de Interés Turístico de Andalucía.
La festividad de San Antón está íntimamente relacionada con la cosecha y las labores del olivar. Tradicionalmente, al atardecer se encendían lumbres en huertas, cortijos y caserías. Se quemaba el ramón, fruto de la poda del olivo una vez recogida la cosecha; muebles, herramientas y útiles agrícolas ya inservibles, producto de la campaña. Estas hogueras poseían connotaciones mágicas y legendarias, pues de ellas se esperaba ahuyentar la mala suerte, los malos espíritus, las enfermedades y las plagas de los animales y, dicho coloquialmente, “quemar lo malo para hacer llegar lo bueno”.
Coronando la hoguera y dispuesto en un mástil se situaba un muñeco de trapo, un espantapájaros de ropas viejas y paja. En ocasiones se colocaban cohetes, que explosionan ruidosamente al prenderse, representando el triunfo sobre el diablo y la purificación de “lo malo”.
Ello se extendió por los barrios y vecindades, de manera que todos los años los grupos competían sanamente por hacer la lumbre más grande. Es tradición vestirse con el traje tradicional y, alrededor de la hoguera, cantar y bailar en corro “melenchones”, canciones típicas jiennenses de letras cómicas, picantes, desenfadas, e improvisadas en muchas de las ocasiones. Los vecinos, al calor del fuego, se reunían y vivían momentos de alegría y convivencia, compartiendo comida y bebida y degustando viandas.
En la actualidad la fiesta sigue realizándose, de manera que más de 30 hogueras se reparten cada año por la ciudad. Además, esta fiesta se ha enriquecido con la incorporación de la Carrera Internacional Noche de San Antón, la recibe cada año figuras conocidas del atletismo, y mantiene aún un elevado espíritu popular, pues es tradición que las personas que la observan porten antorchas encendidas y guíen el recorrido.
Accesibilidad
Las hogueras suelen colocarse en plazas, parques y descampados, por lo que los lugares no suelen presentar mucha pendiente ni ser inaccesibles en exceso. La carrera puede verse desde cualquier punto de su recorrido, pues aunque el espacio entre público y corredores está delimitado por vallas, éstas no impiden la visión.